La tortuga y la liebre
En el centro de Medellín, existía un círculo de comerciantes, a quienes les interesaba hacer dinero de la manera que fuese.
Solían competir por hacer grandes negocios en poco tiempo.
En la mesa de la cafetería más concurrida del sector hablaba Héctor o la “liebre” como muchos le llamaban:
-Soy el mejor negociador del sector. Nadie puede atreverse a competir conmigo, mi velocidad mental supera toda expectativa
- Yo conozco alguien que te ganaría...
- ¿Quién? - Preguntó Sorprendido e indignado a la vez
- Pues La tortuga Gómez ome.
Todos los allí reunidos rompieron a reír a carcajadas
En el centro del grupo la liebre alzó su mano para ordenar silencio.
- ¡La cosas que se les ocurren a estos manes ome! Yo soy el más veloz negociante del centro y nadie sería capaz de alcanzarme.
Y se alejó del lugar tan rápidamente como si tuviera alas en los pies. La liebre se dirigió al mercado pulgas, pues la tortuga era vendedora de la mencionada mercancía, y se aproximó a la tortuga contoneándose:
- Hola tortuguita, vengo a proponerte que el domingo compitas conmigo haciendo más negocios que yo.
La tortuga se le quedó mirando boquiabierta.
- ¡Tú bromeas! Yo soy muy lenta y la competencia no tendrá emoción. Aunque, ¡quién sabe!
- ¿Cómo? Pobre bobo. Supongo que no te imaginarás competir conmigo. Apostaría cualquier cosa a que no eres capaz.
- Iré el domingo a la carrera.
Una vieja tortuga le dijo:
- Tu eres lenta pero honesta y constante...; la liebre es veloz, pero inconstante y trafuga.
El domingo amaneció un día espléndido. En en la cafetería reinaba la algarabía
- ¡Hey tortuga, retira ome que vos no servís pa esto! - le gritaban algunos a la tortuga. Pero la tortuga, aunque avergonzada no se retiró.
La liebre, después de hacer supuestamente el negocio se echó a dormir. Y cuando despertó se dio cuenta de que la tortuga aún no culminaba su primer negocio
- ¡Anda, sigue, sigue! Te doy dos negocios de venta ps. Mejor me como estos buñuelitos con chocolate miestras tanto
La liebre se sentó a comer y a charlar con algunos amigos y cuando le pareció se dispuso a continuar con los negocios.
Pero, ¡ay!, la liebre había sido excesivamente optimista y menospreciado a la tortuga, porque cuando quiso darle alcance había hecho 7 negocios, los había cerrado e inclusive tenía el dinero.
Fue un triunfo inolvidable en el que el sabio la preciosa virtud de la constancia salieron triunfales una vez más.