La niña fea

En una hermosa mañana primaveral, una hermosa y fuerte mujer pensaba en los hijos hermosos que iba a tener. De repente, llegó la hora de dar a luz. Luego de un largo parto, la mujer fue a visitar a sus dos hijas que se encontraban en una incubadora. Una era rubia, blanca y hermosa. Muy parecida a su madre. Pero, la otra era de piel muy morena, de facciones bruscas.

 

Poco a poco las niñas fueron creciendo. Cada día se veía más linda y parecida la niña rubia a sus padres, pero la otra era cada día más morena y de facciones exóticas. La madre estaba preocupada y triste, ya que todo el mundo que pasaba por su lado le decía que no se parecía ni a ella ni a su marido. Poco a poco, los vecinos empezaron a llamarla la niña fea y hasta su familia y su propia hermana la despreciaba por ser diferente a ellas.

 

La niña se sentía desgraciada y sola y decidió irse de su casa. Cuando todos se fueron a dormir, salió muy despacio y en silencio y emprendió la huida. Pero se encontró con unas malas personas, que la explotaban. Luego de seis meses, decidió huir de ahí. Tras deambular varios meses, bajo el sol y el agua sin encontrar donde vivir, se encontró en una pequeña población con unas personas autóctonas de la región, muy amables y orgullosas de lo que eran. Desde el primer momento lo rodearon y lo aceptaron como a una miembro más de la comunidad.

Ella no entendía lo que le estaba pasado, de pronto miró al agua de un rio y en su sobra descubrió que era una preciosa indígena emberachamí. Desde entonces vivió feliz y muy querida por su nueva familia.